lunes, 19 de septiembre de 2011

Mitología
EL JUICIO DE PARIS
Eris, la diosa de la Discordia, molesta por no haber sido invitada a las bodas de Peleo, a la que habían sido convidados todos los dioses, urdió un modo de vengarse sembrando la discordia entre los invitados: se presentó en el sitio donde estaba teniendo lugar el banquete, y arrojó sobre la mesa una manzana de oro, que habría de ser para la más hermosa de las damas presentes. Tres diosas (Atenea, Afrodita y Hera) se disputaron la manzana produciéndose una gran confusión y disputa, que hubo de intervenir el padre de todos los dioses, Zeus (Júpiter en la mitología romana).
Zeus decidió encomendar la elección a un joven mortal llamado Paris, que era hijo del rey de Troya. El dios mensajero, Hermes (Mercurio), fue enviado a buscarlo con el encargo del Juicio que se le pedía; localizó al príncipe-pastor y le mostró la manzana de la que tendría que hacer entrega a la diosa que considerara más hermosa. Precisamente por eso lo había elegido Zeus; por haber vivido alejado y separado del mundo y de las pasiones humanas. Así, se esperaba de él que su juicio fuera absolutamente imparcial.
Cada una de las diosas pretendió convencer al improvisado juez, intentando incluso sobornarlo. La diosa Hera, esposa de Zeus, le ofreció todo el poder que pudiera desear, o, también, el título de Emperador de Asia; Atenea, diosa de la inteligencia, además de serlo de la guerra, le ofreció la sabiduría; Afrodita, le ofreció el amor de la más bella mujer del mundo. 
Paris se decidió finalmente por Afrodita, y su decisión hubo de traer graves consecuencias para su pueblo, ya que la hermosa mujer por la que Afrodita hizo crecer el amor en el pecho de Paris, era Helena, la esposa del rey de Esparta, Menelao; en ocasión del paso de Paris por las tierras de este rey, y después de haber estado una noche en su palacio, Paris raptó a la bella Helena y se la llevó a Troya.
Esto enfureció a Menelao y éste convocó a los reyes aqueos como Agamenón, su hermano, que fue nombrado comandante en jefe; Odiseo, que, inspirado por Atenea, fue el que ideó el caballo de madera con el que la expedición aquea pudo por fin tomar Troya y Aquiles, entre muchos otros, para ir a recuperar a Helena o, si fuese necesario, pelear por ella en Troya, hecho que glosa Homero en la Ilíada.

Schliemann y el descubrimiento de Troya
Troya dominaba el estrecho de los Dardanelos, que comunica el Mar Mediterráneo con el Mar Negro, y además las costas del Asia Menor, lo que la hacía gozar de un monopolio comercial. Cada vez más, el mundo micénico se abría al comercio, por lo que Troya era un obstáculo para los micénicos que, ante tan poderosos argumentos comerciales, se unieron bajo el mando de Agamenón para destruir Troya.
            Los griegos atacaron Troya en el siglo XIII a.C. Nadie sabe con certeza quién fue Homero ni cuándo vivió (aunque es probable que viviera en el siglo VIII a.C., hace más de 2.800 años). Con el paso de los siglos, el recuerdo de la guerra de Troya se desvaneció en el pasado lejano y sólo quedaron los mitos y las leyendas de los poemas homéricos.
            Así estaban las cosas cuando el adinerado alemán Heinrich Schliemann, aficionado a la arqueología, se propuso encontrar Troya. Con algo más que su fe en Homero, excavó no una sino un conjunto de nueve Troyas, construidas una sobre otra. Luego viajó a Grecia y descubrió la poderosa civilización de Micenas.
            La vida de Schliemann es fantástica. Nacido en la pobreza en 1822, de pequeño se abocó a estudiar griego con entusiasmo. Henirich, de doce años, se empleó como mandadero y fue ascendiendo lentamente, en una carrera de comerciante azarosa; su sueño era hacerse rico ¿Pero para qué? Para buscar Troya. Para hacer la ruta de Ulises, conocer Itaca, hallar en las grutas sicilianas aquella donde Ulises fue presa de Polifemo, las joyas de Helena..          

            Viajó a Turquía, se instaló en las colinas de Bunarbachi, lugar que hasta el momento los eruditos identificaban con Troya. Schliemann hizo una prueba más, reconstruyó un hecho de La Ilíada, una reproducción de la escena tal vez más famosa: el combate de Héctor y Aquiles. Cuenta el texto que los dos héroes hicieron corriendo tres veces la vuelta a las murallas de Troya. Y eso llevaron a cabo el alemán y su empleado turco. Corrieron ambos, persiguiéndose, alrededor de la colina. La carrera duró dos horas y sólo lograron dar la vuelta a la colina una sola vez. En tanto Aquiles y Héctor habrían dado, según el poema, la vuelta completa tres veces, en una sola tarde. Esta prueba fue suficiente para Schliemann: Troya no estuvo allí. ¿Entonces dónde?
            Schliemann recorrió la zona, y una colina que se alzaba en las cercanías llamó su atención porque en ella encontró numerosos tiestos y cacharros antiguos. La colina se llamaba Hizarliz, que en turco significa ‘palacio’, por lo que el nombre resultaba sugestivo. La colina recordaba en todo a los paisajes descriptos por Homero, tenía el tamaño indicado.., y la tradición del lugar la llamaba simplemente Nueva Ilión, en recuerdo de la ciudad antigua.   
Schliemann contrató obreros y comenzó las excavaciones.  En 1874 encontró inapreciables artefactos de oro y anunció, erróneamente, que se trataba de los tesoros de Príamo, el rey troyano de La Ilíada.




EL RAPTO DE PERSÉFONE (PROSERPINA)


Perséfone era hija de Deméter, diosa maternal de la tierra, protectora de los campos y los cultivos, señora del trigo y de todas las hortalizas. Deméter era hija de Crono y Rea, hermana por tanto de Zeus, por quien fue seducida y concibió una hermosa hija, llamada Perséfone.
La niña niña creció y se convirtió en una hermosa joven, risueña y feliz. Pero la doncella fue deseada por Hades, el señor del mundo subterráneo, que era su tío, por ser hermano de Zeus y Deméter. Hades solicitó a Zeus la mano de su hija, quien, sin contar con el permiso de Deméter, se la concedió. Zeus hizo que Perséfone se alejara de su madre y fuera al lugar preparado por Hades para su rapto. La doncella jugaba inocentemente cuando se abrió la tierra y el dios de los abismos se la llevó consigo.
Cuando la madre se percató de la desaparición de su hija, la buscó desesperadamente. Recorrió los confines del mundo hasta que supo por boca del propio Zeus que había sido raptada por su tío y vivía junto a él en el mundo subterráneo. Descendió a los infiernos y se presentó ante su hermano.
--”Desgraciadamente, hermana mía, --le dijo Hades--tu hija no puede volver porque no ha guardado ayuno, y ya sabes que el come en las mansiones de aquí abajo no puede regresar al mundo de los vivos”
--"Dices eso para que me resigne y acepte este furtivo matrimonio—respondió Deméter--, pero has de saber que no me volveré si no llevo a mi hija conmigo.”
--”Te repito que eso es imposible—volvió a decir Hades--. Tu hija ha roto el ayuno y debe permanecer aquí por siempre. Mira, ése es quien puede testificar que Perséfone comió. ¡Ven, Ascálafo”
Ascálafo, hijo de la Ninfa de la Laguna Éstige, se acercó y dijo:
--”Con mis propios ojos vi cómo Perséfone comió un grano de granada.”
Una mirada de odio salió despedida de los ojos de Deméter y atravesaron los del joven Ascálafo, quien al punto salió convertido en lechuza.
Deméter suplicó a Hades que le dejara siquiera ver a su hija, pero su petición fue rechazada. Tuvo que regresar a la tierra, donde lloró amargamente. Con el alma partida, se retiró a un paraje solitario y se sumió en una profunda tristeza.
Al cabo de un tiempo, los hombres comenzaron a suplicar ayuda a Zeus, pues la tierra había quedado esteril y ni los árboles ni los campos producían sus frutos. El dios comprendió que la causa de tantas desgracias se debía a que Deméter, traspasada por el dolor, había dejado la tierra sumida en un perpetuo invierno. La única solución pasaba por convencer a Hades de que dejara libre a Perséfone.
El propio Zeus bajó a los infiernos y ordenó a su hermano que dejara libre a Perséfona. Hades explicó que eso era del todo imposible, ya que la joven había roto el ayuno, lo que impedía, por una ley antiquísima, retornar al mundo de los vivos. Zeus conocía la ley, pero logró un pacto con su hermano. la mitad del año Perséfone permanecería con él en las mansiones subterráneas y la otra mitad con su madre recorriendo arboledas y sembrados.
A Deméter el pacto, si no justo, le pareció satisfactorio. A partir de entonces, seis meses permanecería triste e inactiva esperando que llegase el día de abrazar a su hija. Los seis resttantes se llenaría de felicidad y transmitiría su júbilo a los campos sembrados , a los árboles sembrados y a la naturaleza entera. A fin de que el tiempo con perséfone le fuera más provechoso, el sol le obsequiaba con días más largos, cálidos y luminosos.
Cada vez que Perséfone abandonaba las grutas del Tártaro, la naturaleza entera despertaba de su letargo y se llenaba de floras y frutos, de hojas y de trinos. Pero cuando llegaba el día de regrsar allá abajo, los árboles comenzaban a llorar hojas y el paisaje se llenaba de colores melancólicos. Los hombres araban los campos y se refugiaban a la lumbre del hogar contando historias y esperando nuevamente la liberación de Perséfone.




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